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¿Qué nos deparará el futuro después de la pandemia?

Este artículo está escrito el 10 de abril de 2020, durante, lo que creemos, el ojo del huracán de la pandemia del COVID-19. En las casi interminables cifras de enfermos por el virus,  de los miles de muertos y de, también, los recuperados en el mundo, la pregunta es común a la población: ¿Qué nos deparará el futuro tras esto? Tras el dolor de las familias y el esfuerzo de los profesionales aumenta la incertidumbre, algo que ya venía de ser practicado en las décadas anteriores.

Dentro de pocos días hará un mes de este confinamiento obligatorio en España y pareciera que nos vamos acostumbrando a vivir así. No ha hecho falta mucho para adaptarnos a esta forma de vida. La hemos asumido y seguimos “tirando” con ella. Lo que quiero decir es que los pensamientos y creencias no se han modificado sustancialmente, por lo que observo.

Me preguntan desde diversos medios y amigos que si creo que esta situación va a traer un cambio sustancial en nosotros, en la sociedad.

Me encantaría contestar afirmativamente, sin embargo respondo que no. No dudo de que en algunas personas exista un cambio interior derivado de esta (y de cualquier) crisis, sin embargo el que nos vaya a cambiar como sociedad lo veo muy lejano.

Desde el confinamiento de mi casa veo y escucho a mis congéneres seguir en sus creencias (sean las que sean), incluso incrementarlas para sentirse seguros (“a algo hay que agarrarse”). El pesimista, el optimista, el crítico con el gobierno, el extremista, el “conspiranoide”, el esperanzado en un nuevo mundo, pareciera que necesitaran una reafirmación en sus creencias y buscan en cualquier lugar de Internet su bendición.  Y me continúo preguntando ¿de dónde puede venir un cambio? Si es que lo puede haber, claro.

Como bien escribe en su magnífico artículo mi amigo Ignacio Sainz de Medrano: Tendemos a creer en lo que nos dijeron nuestros padres (porque ellos lo vivieron, aunque nosotros no), en lo que opina el grupo al que pertenecemos; buscamos informaciones que ratifican lo que ya pensamos, y desdeñamos aquellas que lo contradicen. A esto, en lengua española se le ha llamado siempre “prejuicio”.

Y, con estas anteojeras, ¿qué puede hacernos cambiar? Dando por hecho que el cambio va ser para mejor. Que, ante esta sinrazón, vamos a convertirnos en “mejores” personas y crear una forma de convivencia más humana.

Observo tres tendencias mayoritarias: La primera es aquella que critica con la intención de buscar culpables. Esta indaga en diversas fuentes para encontrar datos que les den  información para justificar esta situación (quizá injustificable). Que se dedica a recopilar vídeos y artículos que hagan responsable al gobierno o a alguna conspiración mundial. Quizá de esta forma tranquilicen a su mente durante algún tiempo ya que han “encontrado” la causa. Y ¿esto cambia algo la situación? ¿Cambia a la persona o la reafirma en su sistema de creencias?

La segunda es la de los que están convencidos que de toda crisis va a salir algo mejor y apelan a la consciencia y aseguran que las anteriores crisis consiguieron ese cambio en las personas. Es un camino, que lejos de ser inverosímil, confía en el movimiento individual como forma de cambio. Se trata de un cambio interno a todas luces necesario. Mi pregunta surge sobre si esto será suficiente para crear un cambio social, ya que, muchas veces, se trata de un camino solitario donde se olvida a la “polis”. Vivimos en sociedad y no podemos darle la espalda. ¿Será esto también una forma de individualismo moderno? ¿Es un sistema de creencias diferente al anterior pero “más bueno”, “mejor”? Se me plantean los casos de personas que tienen un alto nivel de conciencia y se sienten desligados de su sociedad civil o apoyan a partidos político que no miran por el ser humano.

Por último, está la situación de los que están paralizados. El miedo, el pánico, les ha convertido en observadores, o mejor, “sufridores” de la situación. Quizá estos estén de pleno en el marasmo de la incertidumbre. Por cierto, la incertidumbre miedosa no es igual a permanecer en el “no sé”. El primero te lleva a un futuro plagado de monstruos desconocidos. El “no sé” nos conduce a estar más en el presente, a apartar los pensamientos sobre el temor al futuro. A mí me sirve.

Realmente, por mucho que busquemos la seguridad en cada información, comentario, no sabemos qué nos va a deparar el futuro y esto es lo único que sabemos.

La situación es completamente nueva y no vivida anteriormente,. Podemos buscar paralelismos con otras crisis y así apaciguar la mente y el espíritu durante unos momentos. También podemos elegir qué queremos pensar sobre el futuro.

Creo que solo la prolongación de la crisis u otro fenómeno de gran envergadura donde realmente peligre la existencia humana (y de cerca) va hacernos cambiar en masa. Los filósofos anuncian “el fin del capitalismo”, la “llegada de los estados totalitarios…” En realidad no lo sabemos, nadie lo sabe. El gran cambio social del que venimos es el de la posibilidad del auto-exterminio como especie. Esto surgió a raíz del fin de la Segunda Guerra Mundial y los descubrimientos de los campos de exterminio nazis y del bombardeo atómico norteamericano. Estos elementos cambiaron la mentalidad de un mundo que, como ahora, se sentía seguro. ¿Será esta pandemia tan importante en la conciencia social como aquella?

Todos tenemos la necesidad de pertenecer, es por ello por lo que el artículo de Ignacio Sainz de Medrano me gusta. Para pertenecer, ¿qué hacemos? Pues hacer lo que sabemos hacer mejor: unos, poner a caldo a los que nos gobiernan y afirmar con “conocimiento de causa” que son unos inútiles, y otros, contraatacar para defender a los “suyos” hasta lo inverosímil. Todos, negando evidencias y aportando argumentos paupérrimos para defender la verdad de cada uno. Como ya he comentado anteriormente, todos pertenecemos a sistemas y esto es lo propio de nuestro sistema nacional.

Desde estas paginas y, en la total incertidumbre, te propongo, quizá, un camino nuevo. ¿Quieres? Entonces, ¿te puedes preguntar por un momento de qué forma quieres pertenecer a partir de ahora?

Como afirma Bert Hellinger, nos movemos en diferentes sistemas y poseemos tres conciencias.  La conciencia individual, la conciencia de los sistemas a los que pertenecemos y la conciencia universal. Las dos primeras, en bastantes ocasiones, están en lucha. No es fácil la coherencia y pertenecer a varios sistemas. No es fácil ser honesto y navegar entre diferentes conciencias sociales.

Ahora, ¿puedes observar los diferentes sistemas a los que perteneces y darte cuenta de qué haces para sentirte perteneciente a cada uno de ellos?

Las conciencias son mecanismos de supervivencia que trabajan enfrentados. La individual necesita moverse en contra de la social para que ambas avancen. Los rebeldes son necesarios. Necesitamos desorden para continuar creciendo. Si no somos conscientes, el sistema social nos dirige, no lo hacemos nosotros. De ahí los patrones que se repiten en nuestros sistemas sociales, familiares o nacionales. La conciencia universal es evolucionaria y lleva a todas las sociedades en una dirección donde lo bueno o lo malo ha desaparecido.

Puedes observar ahora cómo te mueves en esta marea de conciencias y verte desde un lugar más distante. En esta visión, ¿puedes elegir cómo separarte  y unirte a lo que más tenga que ver contigo como ser completo? ¿Con tu alma? Porque, a pesar de todas las crisis que podemos vivir no podemos permitir que los valores que nos mueven sean perjudicados por los marasmos de esta época.

Para poderte mirar desde este lugar, a vista de pájaro sobre ti mismo, te propongo que observes cómo te sientes a cada momento en el que transitas por estos lugares, por esos sistemas. Por ejemplo, cuando estás en una conversación sobre la pandemia, ¿qué es lo que haces? ¿Criticas algo o a alguien? ¿Buscas aportar? ¿Dejas de hablar  de esto y cambias a otro tema? Cuando opinamos sobre algo, somos fieles a nuestras creencias, a nuestra familia o a grupo social. Ahora, sabiendo esto, ¿puedes ver cómo te sientes y cómo aumenta o disminuye tu nivel de energía? Si nos movemos en el ámbito de nuestra conciencia individual ¿podríamos traicionar a esos sistemas a los que también pertenecemos para subir el nivel emocional? ¿Podríamos salirnos durante unos instantes y observarnos en lo que estamos aportando a nosotros mismos y al mundo?

El doctor David R. Hawkins estudió la energía con la que vibramos cuando sentimos diferentes emociones y, valga la redundancia, sentimientos. En pocas palabras, todo emite energía, ya sea positiva o negativa. […] Lo semejante atrae a lo semejante. Las diferentes energías forman constelaciones de “patrones atractores” o “niveles de conciencia”. Y aporta un “mapa de la conciencia” donde te podrías “examinar” en estos días, sencillamente, sabiendo lo que estás siento a cada paso que das desde tu confinamiento. Aquí lo tienes.

Las vibraciones emocionales que vivimos estos días están basadas en el miedo, en el temor. Es lo que estamos viviendo todos, lo disfracemos o no. Y creo que todos somos responsables de lo que decimos y de cómo lo comunicamos, de nuestras acciones y de nuestras omisiones. Ya sea satisfaciendo nuestras necesidades emocionales con nuestras creencias, ya sea participando de una visión distanciada sobre nosotros mismos y aportando a todos los sistemas en donde nos movemos un alto nivel emocional. Paz, alegría y amor, según Hawkins son los más altos. Comenzando por el más bajo de los tres, ¿cuánto amor aportas a tu convivencia familiar, a tu grupo de amigos, a tu entorno laboral, a tu barrio o localidad, al mundo a través de tus pensamientos y acciones?

¡Uf! Un buen momento para cambiar, ¿no te parece? .

¿Qué nos deparará el futuro después de la pandemia?

No lo sé. Y espero y deseo que unos seres humanos más conscientes de sus limitaciones como especie y más sólidos en sus convicciones como seres humanos que vivimos de paso en un lugar prestado.

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