El miedo al compromiso te aleja de ti mismo y de los demás.
Prometemos de acuerdo a nuestras esperanzas y actuamos de acuerdo a nuestros miedos.
François de la Rochefoucauld
¿Cómo vives el compromiso hoy? ¿Cómo lo sientes en tu día a día? ¿Estás comprometido contigo mismo? ¿Con qué parte de ti? Y ¿con los demás.? ¿En qué?
Llevo haciéndome estas preguntas desde mucho tiempo y para mi la respuesta siempre es la misma. Soy una persona comprometida conmigo mismo y con los demás, con el mundo en el que vivo y aún con personas que no conozco. Sin embargo esto no parece estar hoy presente en la vida cotidiana y , al parecer, ahuyenta a los más jóvenes (y no tan jóvenes).
Muchos pensadores relevantes desde mediados del siglo XX han llamado la atención sobre esta especie de lacra que hace a las personas infelices. Al menos bajo mi punto de vista.
Para Zygmunt Bauman, en su idea de «vida liquida», la sociedad actual es individualista y no posee aspectos sólidos, no hay donde agarrarse. Al desaparecer las ideologías, las religiones, la política, los antiguos pilares que nos sostenían, aparece lo temporal, lo inestable como nuestra seña de identidad. La vida líquida es una sucesión de nuevos comienzos con breves e indoloros finales. Para él, si nos comprometemos desaparece la idea moderna de libertad individual, a la que hoy «no se puede renunciar».
Esto se observa muy claramente en las relaciones de pareja, pero…¿qué ocurre en el mundo laboral? ¿Dónde queda el compromiso para la tarea, las relaciones, la organización?
En el día a día esto se traduce en el miedo al compromiso de pareja, los rollos de una noche, los desengaños amorosos… Para muchos jóvenes (y no tan jóvenes) este es el pan de cada día. Y lo mismo sucede con la empresa. El reto de los milennials y su falta de lealtad e incesante cambio de lugar de trabajo, o incluso de no desearlo fijo, como hicieran sus padres o abuelos.
En la visión de la sociedad de consumo, nosotros, los consumidores, nos comprometemos menos con las marcas. Y por supuesto mucho menos a una empresa, a un grupo social o incluso con la pareja. Solo deseamos el beneficio inmediato. Comprar ropa para usar y tirar ya no es una novedad, como tampoco las relaciones. Sin embargo buscamos y necesitamos cada día mas pertenecer a algo, un grupo, una familia…. Nacemos con este destino psicológico y no lo podemos obviar.
Este hecho produce una fuerte contradicción interna, una angustia y un sentimiento de soledad que es aplacado momentáneamente por las Redes Sociales y los encuentros fortuitos. Pero al final es frustrante y vacío. No hay más que mirar el alarmante aumento de los suicidios.
Al final todo ello se llega a convertir en un bucle incesante que no puede parar ya que las alternativas se han quedado obsoletas (la familia, la democracia, las relaciones…). A no ser que nos replanteemos nuestra visión de nosotros mismos y del mundo que queremos para nosotros y nuestros hijos. En palabras de Bauman: «Hemos olvidado el amor, la amistad, los sentimientos, el trabajo bien hecho. Lo que se consume, lo que se compra, son sedantes morales para tus escrúpulos éticos.»
Observado con más detenimiento, el compromiso, en una primera instancia, proviene de la confianza en mí mismo. Cuanto más me conozco, más puedo comprometerme con lo que realmente deseo y no lo que me ofrece la sociedad de consumo. Pero ¿cómo me puedo conocer si me paso el día buscando fuera de mi satisfacer mis necesidades en una sociedad del usar y tirar? Además como ya sé que cada temporada sale un modelo mejorado de teléfono móvil, de moda, de video juego, ¿por qué no va a existir un modelo mejorado de pareja o de trabajo a la vuelta de la esquina? Y claro que deseamos mejorar lo que tenemos lo que no percibimos es la trampa en que caemos al sentir que esto es interminable. Y esa búsqueda incesante ¿percibimos lo que es bueno para nosotros?
No es fácil, claro. Porque mi autoconocimiento es limitado y abducido por la sociedad del vacío. Como dice Gilles Lipovetsky: «se necesita de mucho valor para amar, pues el sujeto que ama está a merced del otro que puede engañarlo, abandonarlo, morir o sencillamente dejar de amarlo; se necesita mucha tolerancia para reconocer la alteridad y renunciar a suprimirla.»
Lo que Lipovetsky llama valor, tolerancia, es ni más ni menos que el reconocimiento del otro como una parte de mí mismo. Yo no puedo existir sin ti, pero escapo de este espejo. Me hace daño mirarme en ti, mirarme en mí. Por eso prefiero escapar a otro video juego, a otra pareja, a otro trabajo que me dé esa libertad individual, esa nueva ilusión de sentirme vivo, pero solo.
Sin compromiso, no puede haber profundidad en nada, ya se trate de una relación, un negocio o un hobby.
Neil Strauss.
La forma de superar estos miedos modernos podría ser, dentro de este autoconocimiento, rescatar los valores propios y/o los de la organización donde trabajo. Para mí no es fácil, como consultor y formador, conseguir un compromiso real (emocional y racional) de los equipos directivos. Rebusco en los valores de la empresa y trabajo para conectar estos con los de los de los individuos que toman las decisiones y… Primer choque: ¿Cuáles son mis valores? Segundo choque. Y, cuando los conozco ¿quiero comprometerme con ellos delante de los demás? Porque es mejor poder cambiar de móvil cuando me convenga, para eso vivo en una sociedad «liquida», «ligera», flácida, diría yo.
En la primera instancia, la de reconocer nuestros valores, hay un gran desconocimiento. No me conozco y para conocerme necesitaría afianzarme cuando la inmediatez y la volatilidad es lo que prima. Porque conocerme significaría que quizá me sentiría con más disgusto respecto a lo que estoy viviendo, o mejor dicho, comprando como una verdad social. Si conozco mis valores, lo que realmente me mueve en lo más profundo de mi ser, incluso de mi alma, no me sentiría perteneciente a esta sociedad, me haría un rebelde, un solitario, diferente…Y no place, aunque la alternativa no sea mejor, como estamos viendo. Ya no habría evasión que sustituyera mi miedo, mi angustia. Estaría solo conmigo mismo, de verdad. Y ahí sería cuando comenzaría un cambio verdadero, lleno de confianza, de coraje, de compromiso conmigo mismo.
A menos que se haga un compromiso, solo hay promesas y esperanzas pero no planes. Peter F. Drucker
Reconocer mis valores y compararlos con los de mi empresa – o con los de mi pareja – es un acto de auto-conciencia grande. Es un acto también de modestia y de valentía. Porque entonces comenzaría el compromiso con los demás. Podría decir «si, adelante» o, al contrario, «no, no voy». Sea lo que sea, sería un acto consciente y comprometido.
Lamentablemente no suele ocurrir con mucha frecuencia. Es más fácil analizar los problemas, ponerle una gran dosis de distancia racional. ¿Para qué? Quizá para no sentir. Posiblemente para no caer en la realidad que escondemos en nuestra cotidianidad: Que estamos perdidos, angustiados, llenos de miedo disfrazado. Porque nos dan miedo los demás porque no nos conocemos en profundidad. Que vivimos en esos miedos infundados y terminamos teniendo miedo al miedo. Eso sí, llenos de bolsas de supermercados o de grandes almacenes, rodeados de perros y de gatos.
En palabras de Lipovetsky: «Las ciudades de hoy están marcadas por costumbres individualistas, que conducen a un sentimiento de soledad creciente. Los divorcios se volvieron frecuentes en los países desarrollados, y en ciudades como París o Nueva York uno de cada dos hogares es unipersonal. Y surgen fenómenos, muy notorios en Francia, como la multiplicación de mascotas, que compensan un poco el sentimiento de soledad».
El coraje es el compromiso de comenzar sin ninguna garantía de éxito. Johann Wolfgang Von Goethe
Bajo el aspecto sistémico, también somos fieles a ciertos patrones familiares, empresariales, que impiden que nos conectemos con nuestros propios compromisos, con nuestras necesidades anímicas. Dice Art Turock «existe una diferencia entre el interés y el compromiso. Cuando estás interesado en hacer algo, lo haces solo cuando las circunstancias lo permiten. Cuando estás comprometido con algo, no aceptas excusas solo resultados.”
Nuestros intereses de pertenencia a un sistema, esas fidelidades ocultas, esos amores ciegos (ver mis posts sobre Constelaciones y lo Sistémico), nos convierten en personas aceptadas en ese sistema. La conciencia sistémica nos da la aprobación y podemos respirar tranquilos si seguimos sus leyes o patrones. Pero ser rebelde, ser oveja negra, ser uno mismo y atender a las necesidades del alma no es nada fácil. Convertirse en desleales al sistema de la familia de origen o de la organización donde llevo trabajando años, a mi generación o mi grupo de amigos, exige un grado de compromiso muy alto con nosotros mismos y con nuestras almas.
Tenemos que reconocer que no puede haber relaciones a menos que haya compromiso, a menos que haya lealtad, a menos que haya amor, paciencia, persistencia. Cornel West
Seguir al alma, a los valores, a quienes somos nosotros en nuestro fuero interno se ha convertido de nuevo en una labor de héroes. Un trabajo de personas que luchan incluso contra su propio destino y que pueden ganar o no. Personas que son fieles a su ser y que buscan transcender incluso quienes son.
Te deseo suerte en este camino y un éxito de héroes.
También te invito a que asistas a un taller donde, próximamente, vamos a trabajar desde esta perspectiva. Si estás interesad@ ponte en contacto conmigo . Muchas gracias.
Para ahondar en la falta del compromiso en la pareja os recomiendo este artículo.