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Todos tenemos un juez interior que determina nuestras vidas. Se trata de un juez nacido de la prohibición, del deseo de pertenecer a un sistema determinado. De las prohibiciones de los padres y de sus deseos.

Se crea por el tan temido perfeccionismo. La mayoría de los niños tenemos que sacar notas buenas, si no excelentes, por los motivos que ya conocemos. Además nos comparan continuamente con los demás. Aprendemos a satisfacer necesidades ajenas y no las nuestras. Y finalmente, lo que son las expectativas de los demás se convierte en juez interno nuestro. Y es posible que lo llevemos con orgullo durante un tiempo y nos vanagloriemos de él (por ejemplo, la mal llamada «crítica constructiva»). Sin embargo, llega un momento en el que el dolor comienza a aparecer y deseamos despojarnos de esta lacra interior.

El juez interior que determina nuestras vidas El juez interior nos hace construir máscaras con las que defendernos de los demás.

Como no soy suficientemente bueno, no voy a permitir que los demás lo vean. Que me vean con mi humana vulnerabilidad. Así que me escondo  y el juez se hace más poderoso ante este miedo.

El juez aparece cuando hablamos en publico: «¿Lo estaré haciendo bien?». En el momento que ese pensamiento se me cruza por el cerebro se acabó la conexión con la audiencia. Al dejar de estar en contacto con mi  público, al prestar atención a mis pensamientos, la comunicación con los demás se corta. Y va acompañado de una excesiva preocupación por ser crítico contmigo mismo.

Nos han educado para mirar los defectos, para crecer mirando lo negativo.

Lo que suelen llamar “crítica constructiva” no es sino una crítica destructiva que se empeña en mirar los defectos, las debilidades y no las fortalezas.

Existen comportamientos muy arraigados que nos conducen al perfeccionismo como forma de aprendizaje. La suma de autocrítica con perfeccionismo da como resultado una auto-exigencia que no puede ser beneficiosa cuando estamos ante el público. A nadie le gusta ver como un orador se flagela por su falta de destreza.

Todo ello viene determinado por el miedo. Los miedos de los padres a que no alcancemos el éxito en la vida, el miedo de no ser aceptados en los sistemas por lo que vamos pasando a lo largo de nuestra vida: la familia, los amigos, el trabajo…

Y actualmente el miedo a pensar, a razonar. Es un momento donde las emociones validan cualquier ausencia de análisis, como escribí anteriormente. Es un momento en que hay que pararse y reflexionar.

Este juez interno ha sido producido, como vemos, también por la ausencia de razón. Es fruto de un exceso de emoción, de pasión.

«El sueño de la razón produce monstruos», afirmaba Goya en su grabado. Esta frase me acompaña aún hoy para descubrir sus varias varias lecturas. Para mi, el exceso de emoción, la ausencia de la razón, crea fantasmas, criaturas diabólicas que me apartan de mis objetivos y hasta de mi verdadero yo. El juez interior es uno de ellos. Un ser despiadado que me castiga por no llegar a la perfección en vida. La razón dormida me hace construir la máscara que me hace sufrir. Por ello, es muy necesario conocer nuestro mundo emocional para poder regular las emociones y establecer un equilibrio interno. Para que la emoción no se convierta en un hacedor de pesadillas, como enseño en mis cursos y talleres.

Volviendo a Goya, como podemos observar, el grabado muestra a un hombre dormido encima de una mesa, rodeado de murciélagos y búhos y de un gran gato, en aquel momento símbolos frecuentes de la estupidez y de la ignorancia. El pintor parece que quiere, desde su momento histórico, reafirmar la confianza ilustrada en la razón, en la luz del conocimiento, que desterraría la ignorancia y las supersticiones, para así conseguir la felicidad humana. Y al mismo tiempo escribe: «la fantasía abandonada de la razón produce monstruos imposibles: unida con ella es madre de las artes y origen de sus maravillas».

Goya habla del equilibrio necesario para dejar estos fantasmas en su sitio. Devolver a quien corresponde esos miedos, esa educación, esas expectativas y crear un mundo lleno de luz, de creatividad, de maravillas.

Ahora, ¿qué te parece comenzar a desterrar a ese juez interno inflexible mirando tus talentos como persona? ¿Quieres despertar de esa mesa llena de miedos infundados y brillar con tu propia luz?

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