En muchas ocasiones, cuando tengo algún sentimiento de desasosiego o intranquilidad, me viene inmediatamente a la cabeza esta pregunta:
«¿Qué es lo que me falta?», y continúo «Si lo tengo todo: tengo una familia, un trabajo que me apasiona, el dinero necesario para vivir con comodidad,… entonces ¿qué me falta?»
Y comienzo a darle vueltas a este pensamiento y a buscar qué es eso «que me falta» Y, claro, no lo encuentro. Hasta que caigo en que me estoy comportando a la antigua usanza, con pensamientos de antiguos hábitos y lejos de mi mismo.
Que la respuesta a mi malestar la quiero encontrar fuera de mi, en mis pertenencias o en mis quehaceres.
¡Cuántas veces mis padres no me habrán dicho de niño o joven «de qué te quejas si lo tienes todo» o «tienes lo que quieres, si hubieras vivido mi época que no teníamos nada»!
Tener, tener, ellos lo basaban todo en eso; esas generaciones que vivieron épocas de infortunio y que miraban la realidad con la lupa de la injusticia social… ¡Y cuántas veces no habremos repetido algo similar a nuestros hijos!
Tardé tiempo en darme cuenta de este error, de que el error radicaba exactamente en la misma pregunta. Al buscar en mis «pertenencias» no encontraba la causa de mi malestar, claro está: ¡Si lo tenía todo! Mis padres tenían razón…
A mi parecer, tener no es una condición humana, al menos para satisfacer una parte esencial de nosotros mismos.
Nada de fuera puede ajustar lo que no está equilibrado por dentro.
Los niños, en una primera etapa del crecimiento solo saben pronunciar la palabra «mío» y posteriormente pasan al «yo», y sus comportamientos lo acompañan.
Es decir, se trata simplemente una expresión del sentido del yo en desarrollo de los pequeños. Y ¿qué sucede cuando somos adultos? ¿Al auto complacernos con «el tener» no estaremos en un estado infantil? ¿Será por eso que cuando ya «no tenemos» -léase crisis económica a niveles soportables- nos sentimos perdidos, desmotivados y sin rumbo?
En ocasiones me he encontrado diciendo a mi hijo, «… y ahora vamos a hacer esto, luego aquello y después lo otro…». Y ¿qué le estoy enseñando? ¿Que lo mejor es estar haciendo? ¿que el no hacer nada es de vagos?
Es decir, que posiblemente le esté inculcando de nuevo una serie de creencias y de mandatos que formarán parte importante de su vida y de sus valores y comportamientos.
En otras ocasiones mi pensamiento indomado me susurra pertinazmente «…y ahora tengo que hacer esto….y luego lo otro…»…¡una y otra vez!
¡Como si ya no tuviera memoria o no lo hubiera apuntado en mi calendario y en mi bloc de notas y mi ordenador no supiera hacer saltar la alarma un día antes, unas horas antes, diez minutos antes. Porque si no tengo algo que hacer ¿cómo me siento? Desolado, abandonado, vacío, sin sentido…
Hemos llenado de «teneres y haceres» nuestra vida.
Y ¿quién soy yo? ¿soy lo que tengo, soy lo que hago? ¿Soy mi profesión, soy mi familia, mis ahorros, mis vacaciones, mi apasionante actividad? Creo que no, que yo soy mucho más que lo que tengo, hago o pienso, mucho mas de lo que siento o lo que no hago y no tengo.
Y qué cuanto más lleno mi ser de «afueras» menos me cuido por dentro. Que el equilibrio no es así…
Y qué es ser…
¿Detenerse? Contemplar, escuchar el silencio interior. Escuchar en silencio interior.
¿Observar? Explorar los sentimientos que hemos abandonado a su merced a lo largo de nuestra vida y cuidarlos.
¿Sentir? Que la lluvia es música y pintura del alma. Y que el silencio se puede tocar y acariciar.
Ser es amor.
Ese si soy yo.
Me ha encantado el artículo, con el querer Ser nos olvidamos del Ser de verdad que llevamos dentro, solo parándonos,llegamos a sentir….y a descubrir, siempre desde el sosiego e indispensable el silencio. Gracias
Muy bonitas y certeras reflexiones Luis.
Somos herederos de generaciones de personas que sufrieron la falta de lo más esencial, cartillas de racionamiento, escasez, casas de alquiler donde las nuevas parejas (matrimonios de la época empezaban a vivir con tan sólo una cama y una cocina pequeña), a nosotros nos enseñaban a no tener nada. En mi caso los Reyes Magos se reducían a como mucho un balón, y un juego de corcho para hacer arquitecturas, y como mucho los juegos reunidos Geyper.
La moda se reducía a un pantalón corto hasta los 14-15 años, y con suerte unos zapatos «Gorila».
No había que dejar anda en el plato sin comer, era «Pecado»… y así cuando nos hemos hecho adultos hemos ido en pos a veces de esa materialidad para ser felices en el «Tener», que nos hace ir siempre detrás de la felicidad, y esta felicidad insaciable corre más que nosotros.
Con la crisis volvemos a las patatas, los huevos, y las comidas más calóricas y espartanas, pero nos reencontramos con la sencillez y el recuerdo de valores importantes como estar en familia, conformarnos con lo que tenemos etc…etc…
El ser está por encima de todo. Creo en el tener pero no en el automatismo del tener comprando, sino en el tener con el esfuerzo, el tener con la creatividad, como los artesanos, la subjetividad objetivada en lo que podemos transformar en nuestro entorno y en nosotros mismos.
Gracias Luis por tus reflexiones.
Gracias a ti, Juan Pedro.
Mi cama se calentaba con una bolsa de agua hervida y la cocina era de carbón. ´Mi madre lavaba la ropa a mano a la intemperie. Eso era Madrid, mi Madrid de los años sesenta.
Un abrazo.
Como complemento al escrito podeis ver esta entrevista al actor Ricardo Darín: https://www.youtube.com/watch?v=TceP_7vtlZM