Llevo un tiempo leyendo diatribas contra las personas, los estudios y los profesionales, que tratan de encontrar la felicidad en la Tierra.
La felicidad enjuiciada. Que si eso es una falacia, que si es un engañabobos, que si un negocio…
Y, sinceramente, me extraña que ahora, un momento histórico donde se necesita encontrar alguna certeza, se levanten tantas voces en contra de tantos descubrimientos tan beneficiosos, como la medicina alternativa o el pensamiento positivo, derivado del estudio e investigación sobre el cerebro humano.
O no me extraña, ya que lo que hay detrás de muchos “salvadores”, más allá de su deseo de ayuda, son sus intereses económicos. Pero no quiero escribir sobre esto.
Sí que me interesa reflexionar sobre el hecho de lo “negativo o positivo” del “encontrar la felicidad”, y sobre las voces que se alzan en contra de tener éxito en este camino.
Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas. Pablo Neruda
Y me pregunto, ¿no queremos todos ser felices? ¿Es que hay alguien que no lo desee?
Ahora que, parece, que estamos más cerca de conseguir ese estado anhelado, surgen otro tipo de demostraciones científicas que aseguran que no es posible. Pero ¿cómo va a serlo ¡¡¡si es imposible!!!?
Desde siempre hemos escuchado que este lugar que transitamos “es un valle de lágrimas”. Que “hemos nacido para sufrir” y otras maravillosas creencias que nos permiten vivir más o menos de una forma alienada o sedada.
Ideas que nos inculcan desde el comienzo de nuestros días, para aceptar que “nuestro destino es el de personas desdichadas” o “abandonadas a las inclemencias del tiempo o las circunstancias”. Pero como no todo va a ser negativo, hay “esperanza”, si, pero ¡más allá de la vida!
Como sabemos, existe un fin último que es, el de vivir el Paraíso en los cielos prometidos, por las diferentes religiones que en el mundo ha habido. Este pensamiento de siglos no es fácil cambiarlo en unas décadas.
Sin embargo, desde hace ya siglos algunos pensadores se comenzaron a preguntar por qué posponer este deseo tan humano.
Hace veinticinco siglos, Aristóteles afirmó que el fin o bien último que persigue el ser humano es la eudemonía o sea, la felicidad, entendida como plenitud de ser.
O, mejor dicho, la aspiración a la felicidad que tenemos todos. ¿Pero cómo accedemos a la felicidad?
Según el estagirita, somos felices cuando actuamos en consonancia de nuestra existencia, más aun, viviendo la vida de acuerdo a nuestra razón y búsqueda de la verdad. ¿Hay algo negativo en ello? No digo que sea fácil, pero no creo que sea como para perseguir este tipo de pensamiento.
La palabra felicidad deriva del latín, Felicitas que era la diosa o personificación de la buena suerte y el éxito.
Así, una traducción sería “encontrar la felicidad a través de la suerte en la vida.” Esta diosa desempeñó un papel importante en la religión romana durante el imperio, y fue frecuentemente representada en las monedas. Se convirtió en un prominente símbolo de la riqueza y prosperidad.
Este significado nos acerca a un mundo más materialista que espiritual y, aún hoy, muchas personas no saben dónde cifrar su felicidad, si más desde dentro o desde los bienes materiales.
Más cerca de nuestros días, desde los anarquistas utópicos hasta los que buscan la iluminación, todos ellos han deseado la libertad para el ser humano en su dimensión intrapersonal.
Los anarquistas afirmaban que, no se podía cambiar la sociedad sin cambiar a la persona y cuando hablaban de justicia social se aproximaron a la Ley del Equilibrio Sistémico.
El pensamiento libertario afirmaba que “de cada uno según sus posibilidades y a cada uno según sus necesidades”. Esta sentencia que, aplicada a las relaciones humanas no es ni más ni menos que el equilibrio entre el dar y el recibir, también es una forma de relacionarnos en libertad.
Y ¿es la libertad humana un camino para llegar a la felicidad?
Los que desean llegar a Buda durante su existencia también desean la libertad para si mismos y de paso para los demás a través de la trascendencia. Otra forma de la felicidad enjuiciada…
Ahora parece que vivamos un momento de vuelco en busca de esa felicidad propia de los seres humanos libres. ¿Será posible?
Al parecer, para muchos de los detractores, hay una legión de psicólogos positivos, coaches, oradores motivacionales y emprendedores de la industria de la autoayuda que “predican esta nueva psicología que tal parece que estuvieran promoviendo un tipo de religión”.
Bueno, esto es fácilmente rebatible. Y si no lo fuera, la búsqueda de la felicidad enjuiciada sería tan “religioso” como lo es el fútbol para sus seguidores e hinchas.
Yo decido sumarme a este movimiento por mí y por los que me sucedan…, aunque la felicidad sea un sentimiento sobrevalorado. Pero eso es otro cantar, del que escribiré más adelante.
Aquí esta la clave de tu pensamiento— esta pregunta: ¿Pero cómo accedemos a la felicidad? Dices que según el estagirita, somos felices cuando actuamos en consonancia de nuestra existencia, más aun, viviendo la vida de acuerdo a nuestra razón y búsqueda de la verdad. ¿Hay algo negativo en ello? No digo que sea fácil, pero no creo que sea como para perseguir este tipo de pensamiento.
Me da la impresión que no estás convencido que la felicidad es posible, o si lo es, es bastante difícil de conseguir. Quizás la noción que sea difícil nos crea una duda, un filtro antes de creer. Sin embargo valoras suficiente la felicidad, como algo de examinarlo. Ver posibilidades en ello.
En mi humilde opinion, todo el mundo quiere ser felices y deben ser felices mientras la felicidad se entiende como un estado de ser y una acción’ en consonancia de nuestra existencia. Es así el propósito de la vida, sentir una paz total que su propia existencia esta en alineación con la totalidad de evolución humana. La felicidad en si no es una emoción simplemente, en el contexto de lo escribes, sino–utilizamos esa palabra, aun sea limitada, para describir un un praxis.
Si, Raquel, no me parece fácil, además no solo no fácil, sino sobrevalorado.
Entiendo que, como dices, se utilice la palabra para resumir algo más, lo que sucede es que a mi la felicidad me limita.
Lo explico mejor en el próximo post.
Muchas gracias por tu comentario y por seguirme.