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La felicidad es hacer felices a los demás.

Francois Lelord

Llevo bastante tiempo leyendo (incluso a mi mismo) que uno de los secretos de la felicidad consiste en dar amor. En este momento turbio donde, de nuevo, nos tapamos los ojos (quizá ya estemos completamente ciegos) ante exageradas atrocidades inhumanas, cada vez se levantan más voces reclamando un regreso a la esencia humana del amor o una consciencia más amorosa.

Se publican multitud de libros, de artículos, de posts… ¡Cómo no nos hemos dado cuenta de que la solución está en dar amor! Por supuesto, esto es una ironía, no exenta de cierta crueldad hacia nosotros mismos.

Porque… ¿qué nos impide vivir en el amor?

Muchos estamos de acuerdo en que el amor es el motor de nuestra vida, lo que le da sentido… y aún así, con semejante afirmación, no vivimos en el amor cotidianamente. dar o recibir amor

Salgo a la calle y quiero y creo ver a mi alrededor personas cada vez más amorosas, eso si, y en ocasiones las encuentro. Pero me circunscribo a mi círculo, a mis allegados. Y ¿el resto que me rodea? Pues amoroso no les veo, al menos, no tanto como me gustaría. Porque lo que yo observo son actitudes positivas, optimismo, alegría…

Es decir, veo actitudes y sentimientos…, y ¿el amor? ¿Que nos impide vivir en el amor de una forma completa y total?

Creo que, por una parte, están los conflictos emocionales con nosotros mismos y con los otros: la ira no sacada, las tristezas que no deseamos sentir. La frustración ante los objetivos no cumplidos o de las relaciones no satisfactorias. La impotencia ante el hecho de que los demás no cambian y la resignación del vivir con ello en día a día. Todo ello nos aleja del amor hacia nosotros mismos, fuente primera.

Por otra parte, el hecho de que aún sigamos creyendo que desde fuera nos van a venir las soluciones a nuestros problemas. Que existe algo externo que nos va a dar la solución. Que, de improviso, vendrá la felicidad (y con ella el amor) y nos caerá como maná del cielo. Por supuesto que esta forma de pensar nos lleva a la creencia de que el amor es algo que yo me merezco y que me tienen que dar. De una forma más directa: ”por ser yo quien soy”, o en un sentido mercantil, “tanto me dan, tanto devuelvo”.

La solución, posiblemente, esté en el dar. Siempre en el dar.

Existe una miseria, una avaricia, en el dar amor. ¿No os parece? Es como si racaneáramos lo que nos diera felicidad. ¿Para qué la guardamos? ¿Para cuando llegue la pareja de nuestros sueños, el trabajo de nuestra vida, la jubilación? Y mientras tanto se nos pudre en el corazón de no sacarla, se encharca y de tanto olvido llega un punto en que nos olvidamos de ello y ni la reconocemos cuando la vemos en los demás. ¿Cuántos no habremos etiquetado a alguien de “buenista”, “tonto” o “ridiculo”?

Pues yo elijo vivir con esas etiquetas. A medida que voy sumando más y más años, el dar amor se ha convertido, en algo natural. Y me preocupo cuando aparecen comportamientos antiguos o pensamientos que me alejan de esta actitud, de esta forma de vida.

Dad amor y comprobad que el mundo cambia a vuestro alrededor. Ya lo dijo Huxley: el amor ahuyenta el miedo, y recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y solo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.


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