Una vez mas constato cómo la Academia, la Empresa, la Sociedad (si, esta misma cuyo modelo se esta desmoronando ante nuestros ojos) utiliza sus armas para defenderse de lo que no podemos huir: el miedo.
Como animal salvaje que da sus últimos coletazos, se defiende de un mundo mas emocional, de una vida más cercana al hemisferio derecho, más femenina, si me apuráis.
Acabo de volver de un taller de formación de profesores de español como lengua extranjera y me encuentro con (pocos, es la verdad, pero considerables) participantes de todas las edades que buscan trabajo, es decir, que buscan una salida laboral en el extranjero, llenos de miedo no expresado.
El primer temor quizá sea posiblemente el que les hace buscar trabajo fuera de su país. Un miedo no asumido, ni personal, ni socialmente.
Al menos esa es mi opinión: llevamos estos años de «crisis» escuchando desde los órganos de poder el mensaje de «hay que tener miedo», día tras día, hora tras hora…
¡Si hasta el hecho de que cambie el tiempo es motivo de temor y se anuncia como algo terrorífico e inexorable! (¿Lo veis en la televisión?)
¡Miedo, miedo y mas miedo! No expresado, no vivido, no compartido ni con los íntimos.

Y como cualquier animal, nuestro miedo nos obliga a escapar o a defendernos… Y ¿de qué forma nos han enseñado a defendernos? ¿Cómo nos vamos a colocar «delante de este toro», ante este miedo intangible?
Una de ellas es el uso exacerbado de la mente, el refugio por antonomasia del ser cuando no quiere sentir, cuando anula esa parte de su persona.
Me defiendo utilizando el chiste verbal,… aunque mi cuerpo exprese inhibición, frustración o enfado.
Utilizando conceptos abstractos,… para no bajar a mis emociones y sentirlas.
Me defiendo con un «ya lo se», … para olvidarme de expresar lo que mi cuerpo está cansado de decirme con algún tipo de tensión o de enfermedad.
Con la distancia mental que me dan los conocimientos,… aunque mi cuerpo que no soporta tanta rabia me castigue por la noche con el bruxismo…
Me refugio en la frustración o el estrés que me provocan los demás, las circunstancias,… , como si no pudiéramos canalizarlas nosotros mismos…
Y finalmente, me convenzo de que lo que tiene mi cuerpo, eso que llamamos enfermedad, malestar físico, no tiene que ver con mis creencias, con mis pensamientos y la verbalización de los mismos.
Creo que ya he hecho mención que es España el país de Europa donde más psicofármacos (ansiolíticos y antidepresivos ) se consumen de Europa(vía sanitaria, sin contar lo que se compra por Internet, etc.).
Hecho alarmante y significativo de la ausencia de conexión de los españoles con sus emociones y de la falta de confianza en los profesionales que puedan ayudarles a conducir, a gestionar estos procesos comunes a los mortales.
Hecho que va en aumento con esta «crisis». Cada vez se tolera menos, la frustracion, el dolor o el estrés y se recurre a la «pastilla milagrosa».
Según datos del Ministerio de Sanidad, los ansiolíticos son la droga más consumida después del tabaco y el alcohol, y por encima del cannabis: más de un 15% de las mujeres y el 7,6% de los hombres declaró haberlos consumido en el 2011 en la encuesta domiciliaria sobre alcohol y drogas en España (Edades). En el 2005, los porcentajes eran del 6,7% y el 3,5%, respectivamente.
Médicos, psiquiatras y psicólogos relacionan el fuerte incremento del consumo de ansiolíticos en la última década con:
- una sociedad con escasa tolerancia al fracaso.
- una actividad laboral más exigente e insegura.
- la falta de apoyos familiares y sociales.
- las dificultades de convivencia y comunicación en el seno de muchas familias
- la soledad.
“El aumento escandaloso del consumo de estos fármacos tiene que ver con la evolución de la cultura occidental, cada vez más negadora de las emociones y las sensaciones; con el hecho de que los médicos no estamos suficientemente preparados ni tenemos recursos ni tiempo para abordar emociones como la tristeza, el miedo, la angustia o la fobia y lo resolvemos recetando medicamentos, y con el gran poder que posee la industria farmacéutica”.
Resume el presidente de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia, José Luis Marín. http://www.lavanguardia.com/estilos-de-vida/20130322/54370459575/cuidado-con-los-tranquilizantes.html
Y aunque los avances en Inteligencia Emocional y terapias que incluyen nuestra expresividad corporal y las emociones están floreciendo a nuestro alrededor y la sociedad se está mentalizando y acercándose a este terreno, la empresa no es fácil.
Aún creemos que la mente está fuera de nuestro cuerpo y que lo de las emociones es para algunos débiles.
Hoy mismo una participante del taller me preguntaba que dónde o cuándo comenzaba esta separación: Yo le contesté que en la tierna infancia cuando los adultos, para no sentir las emociones de los niños, les prohibimos (o mejor dicho, les educamos) para que no las expresen.
Yo creo que ahí está el espejo en donde mirarnos, en los niños que pueden sentirlas aún libremente.

 
					 
												




 
		 
				
El miedo al miedo (de emocionarse) « Blog de Luis Dorrego, interesante. Me encanta vuestra web.
“…En las relaciones humanas, el miedo crea el peligro. Cuando se tiene miedo, se está tenso. A través de la distorsión del fenómeno universal de la sincronía, el interlocutor también está tenso. Si es muy consciente de sí mismo, podría decirse: “Vaya, tiene miedo”, pero por lo general la persona no indentificará más que una ligera tensión en ella y no se sentirá muy a gusto. Cuando confiamos, nos dirigimos a la mejor parte de las personas, y lo sienten. En cambio, si no se trata de confianza de verdad sino del miedo al enfrentamiento, también lo sienten…” “… Desarrollar la inteligencia de nuestras emociones, la inteligencia de las motivaciones de nuestros comportamientos, nos permitirá desarrollar la inteligencia de la emoción del otro, la inteligencia de las emociones de sus comportamientos y, por tanto, la inteligencia de los bucles retroactivos que dirigen nuestras relaciones. Cuanto más identifiquemos los mecanismos psíquicos que nos animan, más capaces seremos de identificarlos también en los demás, de abandonar los juicios de valor en beneficio de la empatía. Poco a poco se elaborará en nosotros la conciencia de la interactividad. No actuaremos, sino que interaccionaremos. No seremos sino que inter-seremos. No hay que olvidar que si la sociedad, el contexto y los demás tienen el poder sobre nosotros, también nosotros lo tenemos sobre ellos. Una vez recuperado el timón de nuestra vida, podremos dirigirnos hacia la realización de nuestros valores y hacernos conscientes de la fuerza POSITIVA que podemos llegar a ejercer sobre los demás…” Del artículo “Mejora tus relaciones”, Isabelle Filliozat.
Cuando se expresa el dolor del miedo, es probable y normal que surjan otras emociones como la tristeza y la rabia. No se debe reprimir estas otras emociones pero tras expresarlas conviene enfocarse de nuevo en el miedo. Al finalizar la expresión del miedo la persona suele sentir frío, conviene entonces darle calor (con mantas y tacto) y mecerla suavemente (o invitarla a mecerse) como si fuese un niño en la cuna, calmándola con voz suave. El contacto debe ser progresivo, culturalmente apropiado y respetuoso, dado que el tacto puede provocar otro miedo del contacto corporal. Mientras tanto, se debe guiar a la persona para que exhale con calma y atención, relajando todo el cuerpo después del trauma revivido. Existen trabajos parecidos con métodos de expresión emocional como la inmovilización y el salir del encierro. Estos son solo apropiados con una preparación previa extensa y un vínculo fuerte y establecido con el terapéuta.
Cuando se expresa el dolor del miedo, es probable y normal que surjan otras emociones como la tristeza y la rabia. No se debe reprimir estas otras emociones pero tras expresarlas conviene enfocarse de nuevo en el miedo. Al finalizar la expresión del miedo la persona suele sentir frío, conviene entonces darle calor (con mantas y tacto) y mecerla suavemente (o invitarla a mecerse) como si fuese un niño en la cuna, calmándola con voz suave. El contacto debe ser progresivo, culturalmente apropiado y respetuoso, dado que el tacto puede provocar otro miedo del contacto corporal. Mientras tanto, se debe guiar a la persona para que exhale con calma y atención, relajando todo el cuerpo después del trauma revivido. Existen trabajos parecidos con métodos de expresión emocional como la inmovilización y el salir del encierro. Estos son solo apropiados con una preparación previa extensa y un vínculo fuerte y establecido con el terapéuta.
Fantástico artículo, Luis!
Aprovecho para compartirlo también con mi red.
No saber gestionar el miedo es uno de nuestros principales fantasmas y causa de demasiados sufrimientos.
Aprendamos a reelaborarlo con amor.