Pertenecer, un instinto Básico de las personas.
Me pasé media vida peleando para huir de mi familia, a la que yo consideraba infausta, y buscar un grupo al que pertenecer: los amigos, las creencias ideológicas o los intereses profesionales.
Y no funcionó. Siempre me encontré saliendo inmediatamente y huyendo de ellos.
Quizá el primer grupo con el que me identifiqué fue el de la adolescencia: todos raros, todos diferentes, los que no hacíamos gimnasia fingiendo y mintiendo.
Es decir, los que nos dedicábamos a la cultura y a leer, o a ver espectáculos de vanguardia, los que montábamos cine-clubs, obras de teatro, actividades «revolucionarias», los «anti-todo» del momento. Y por otra parte los admirados y queridos por los que nos rodeaban, precisamente por nuestra diferencia.
Después pasé al mundo laboral y allí no había manera, ni en una oficina ni en el teatro. En todos los lugares había que «adaptarse» y yo no podía ser fiel a esos grupos, a sus hábitos ni a su forma de relacionarse entre ellos. Y adopté la mítica frase de Groucho Marx: «Jamás aceptaré pertenecer a un club que me admita como socio».
Y así fui pasando por los diferentes estadios y experiencias de mi vida.
Por diferentes universidades, por diferentes culturas.
Y fueron renovándose antiguas creencias que reforzaban mi identidad de «rebelde», aquella con la que me sentía cómodo.
En general, y en especial en este país, he estado huyendo de esta necesidad de pertenecer; nada me satisfacía, ni las ideologías, ni los grupos de amigos, tan especialmente gregarios bajo este punto de vista.
Y todo ello me causaba dolor, en esa especie de lucha entre perseguir ese sentimiento de pertenencia y al mismo tiempo salir corriendo en cuanto me «obligaban» a hacer algo que no era propio de mi esencia.
¡Potente contradicción! Querer ser uno más del grupo y sentirme tan diferente.
Y en ocasiones me ponía máscaras para poder sobrevivir en esos ambientes, pero no funcionaban completamente, ya que por dentro me dolía no ser yo.
Y además de las máscaras llegué a hacer cosas que no deseaba para estar con los demás, para poder sentirme dentro de algo que me diera un cobijo.
Se dice que si posees un sentido de pertenencia, es decir que sí te sientes parte importante de un grupo o familia, tu desempeño es mejor; es como ponerte la camiseta con quienes te identificas y te sientes a gusto y comparten intereses comunes.
Pero yo no necesito asumir los requisitos de cualquier institución para poderlos respetar y por supuesto, no necesito hacer míos ni banderas, ni escudos, ni uniformes.
Leo que la pertenencia social nos da seguridad y autoestima y que es un valor que hay que fomentar.
Para Maslow, es la tercera necesidad del ser humano al lado de la necesidad de amor. Las primeras serían las fisiológicas y la de seguridad. Y ahora entiendo lo que yo estaba buscando en todos los lugares por los que pasé. Y comparto que la necesidad de pertenencia y el amor estén al mismo nivel para el psicólogo.
Ahora reflexiono y me doy cuenta de que mis padres no eran típicos y que crearon unos hijos rebeldes.
Y en mi rebeldía asumida hoy y no rechazada, tomo lo quiero y desecho lo que no deseo. Me gustan los grupos que permiten la libertad a sus miembros y que saben encontrar un lugar común desde donde existe la comunicación, la que todos desean.
Donde mis contradicciones pueden coexistir con las de los demás.
El primer grupo es la familia.
Posiblemente perteneciendo al primer grupo sea más fácil pertenecer a los demás, a los que vienen después. Si no me integro en un primer grupo social no será nada fácil integrarme en otro.
Hellinger habla de la mala y la buena conciencia en Constelaciones Familiares y explica que la conciencia personal nos une a personas y grupos que son importantes para nuestro bienestar y nuestra vida y excluye a otros.
Esta conciencia fue de suma importancia para nosotros cuando éramos niños, ya que los niños hacemos cualquier cosa para pertenecer pues sin esa unión y sin ese derecho a pertenecer estaríamos perdidos.
Yo me sentí perdido durante muchos años, ahora al recuperar mis raíces, a mi familia, poco a poco puedo aceptarme y aceptar mi sitio en este mundo.
Hoy pertenezco a mi familia y por ello pertenezco a la Vida.
Hola Luis, y gracias por compartir tus sentires y reflexiones.
Huir, de lo que sea, contiene una grandisima información acerca de uno mismo, pero con la prisa de salir de ese estado mental y emocional que nos disloca, no queremos parar y mirar a ver qué aprendemos de nosotros mismos con ese aviso del ser.
Estamos acostumbrados a huir, a apartar lo que nos molesta sin hacer ese trabajo indagatorio que contiene la llave de esa puerta.
La familia, dentro del modelo de educación en que fuimos criados, impulsaba el miedo como el bastión para todo, y había que mantener un algo, por el qué dirán, integrándose dentro de lo que se cocía como lo importante.
Nunca fui seguidora de ese método ni lo seré jamás.
Creo firmemente, desde el corazón, que primero todo pasa por aceptarse y quererse uno mismo, y cuando hayamos rellenado, por así decirlo, nuestro ser por alegría de simplemente vivir, las piezas del rompecabezas dejan de ser molestas o aparatosas.
Todo pasa por aceptar, integrar y seguir adelante, con muestro mejor espíritu de vida.
Silvia.
Una vez más. GRACIAS. Muchas veces es más fácil asumir la cruz que dar la cara. Sobre todo cuando una niña pequeña quiere el tesoro de los demás pero no quiere ver el suyo. Hay que ver lo que esconde las etiquetas, y descubrir que cuando eras pequeña hasta lo rechazaba físicamente. Supongo que cuando cuide mi cara, que escondía mi cruz. GRACIAS
Como siempre conecto con lo que dices.
Me gusta que hayas encontrado tu lugar de acogimiento sin apego y con libertad. Es la mejor manera de Amar.
Sigue haciendo feliz a tanta gente.
Un abrazo y gracias.
Muchas gracias Arantxa! Me encanta que conectes con mis reflexiones. Un abrazo de corazón!